Información general

Los procesos de reconciliación hacen parte de la historia como el hombre mismo. En diversos períodos la humanidad ha tenido que enfrentarse a hechos violentos que han dejado víctimas de todo tipo y, las cuales, se han visto en la obligación de realizar procesos de reconciliación y superación a dichos actos.


Sin embargo este no es un proceso fácil, puesto que, como dice María Teresa Uribe:
(…) las víctimas constituían el resultado lamentable de las guerras, pero su dolor y sufrimiento parecía estar justificado por los altos intereses bélicos, pues las guerras y hasta las violencias comunes siempre han sido presentadas por sus protagonistas como moralmente justas, políticamente inevitables y socialmente útiles y necesarias (Uribe, 2005).

Dicha situación puede verse como una explicación al porqué el olvido termina siendo una opción para superar el dolor, y es que, al ubicar a las víctimas en un segundo plano deja de reconocerle a las mismas sus derechos y el punto de atención termina enfocándose más a los victimarios, ya que las víctimas, bajo estos términos, son solo el resultado de algo que debía pasar.


El “Situar a las víctimas en el espacio de lo público y lo colectivo significa reconocerlas como actores centrales de los conflictos, como sujetos políticos con derechos conculcados” (Uribe, 2008) para así dar inicio a un proceso de duelo colectivo.


A partir de la Segunda Guerra Mundial, con los procesos de Nuremberg y Tokio, se inició un proceso de recuperación de memoria colectiva y reconocimiento político de las víctimas (Uribe, 2008).


El arte es un reflejo de este proceso, un caso para ejemplificar es el de la Italia de la posguerra, quien ayudada por medio del cine, específicamente el neorrealismo italiano, llevó un proceso de reconocimiento, construcción y superación.


Ésta corriente cinematográfica, surgida durante la posguerra, buscaba romper con los preceptos establecidos por el fascismo. El neorrealismo pretendía ser un espejo de la realidad misma. Apoyándose en actores y escenarios naturales, diálogos sencillos, ausencia de maquillajes y decorados, buscaba retratar la vida de la manera más verosímil posible, casi lindando con el verismo documental.


Este fue un proceso que se puede ver como 3 momentos; en un primer momento las películas buscaban ser un retrato de la sociedad italiana tras la posguerra, después, a través de las películas, se presentaban alternativas y posibles soluciones para superar el momento que vivía Italia. Finalmente las películas podían tratar, mediante el humor, las problemáticas que alguna vez tuvieron al pueblo sumergido en la miseria.


La importancia de traer al recuerdo este tipo de hechos se refleja en lo que escribe María Teresa Uribe en su texto “Los duelos colectivos: entre la memoria y la reparación”:

(…) la memoria de las víctimas concretada en forma de recordatorios tales como monumentos, placas, lugares y simbolizaciones de diverso tipo, constituyen un referente ético y un recurso pedagógico orientado a las nuevas generaciones para evitar al máximo, en el futuro, el retorno de situaciones bélicas. O, como bien lo dice Todorov (2000), se trata de “aprovechar las lecciones de la injusticia, del dolor y el sufrimiento de las víctimas para luchar contra situaciones similares que se estén produciendo en el presente o que se avizoren hacia el futuro”

Casos como el de Auschwitz en Alemania o Alcatraz en Estados Unidos sirven para ejemplificar cómo lugares tan simbólicos tan marcados por un pasado oscuro y violento se han transformado en espacios que permiten la reflexión mediante la memoria histórica. Mientras uno es un museo, el otro es una atracción turística pero ambos acercando a la memoria acontecimientos que marcaron la historia, que dejaron víctimas y con los cuales se busca procesos de concientización por medio del recuerdo, nunca del olvido.


Medellín es una ciudad que entre las décadas de los 80’s y 90’s vivió momentos críticos en su historia, innumerables masacres, persecuciones, desapariciones y atentados, a causa de un conflicto entre varios actores, y donde el pueblo estaba en medio de todo. Hoy en día parece tratar de olvidar aquella época de violencia y temor. Pero ¿qué tan bien elaborado está el duelo? En la memoria colectiva se tratan de ignorar los hechos ocurridos en aquellas épocas, los lugares en que ocurrieron hechos violentos han sido olvidados por la mayoría, y su historia es ignorada por los más jóvenes. Este olvido e indiferencia, como intento de superación, solo ha reprimido las emociones, contribuyendo a que se repitan hechos similares en la actualidad.


Análisis


Colombia es un país que ha pasado décadas en guerra, que ha dejado saldos de millones de desplazados, miles de desapariciones forzadas y secuestros; donde han ocurrido cientos de masacres y miles de homicidios. Sin embargo, en el año 2012, la New Economic Foundation (NEF), publicó en su tercera compilación global del “Índice de planeta feliz”, que Colombia estaba entre los siete países más felices del mundo. Aquí es donde empiezan a aparecer los primeros cuestionamientos ¿Cómo un país que ha pasado tantos años en guerra puede calificar como uno de los países más felices del mundo? ¿Es tan fácil para una sociedad olvidar una historia tan oscura y progresar sin haber construido una memoria y elaborado un duelo?


Maria Teresa Uribe (2003) denomina a este fenómeno “la conjura del silencio y del olvido” que es el silencio de las víctimas y el no querer saber de la sociedad que no quiere escucharlas, además de las posibles consecuencias que pudiera traerles el hablar. En donde por medio del silencio, con el que buscan olvidar sus tragedias, creen encontrar un mecanismo para seguir viviendo. Además la conjura del silencio también es llevada a cabo por la sociedad que no ha sido afectada directamente, pues es incapaz de mirar a la víctima directamente, y se niega a creer en la posibilidad de pasar por esos mismos horrores. En pocas palabras, la sociedad que enfrenta la violencia directa o indirectamente prefiere mirar para otro lado, ignorar que algo alguna vez pasó o qué podría pasar, para vivir más cómodamente.


El olvido entonces no se da como parte de un proceso de duelo, sino más bien de represión hacia todo lo que se considera insoportable de la realidad cotidiana (Cepeda & Girón, 1997). Pero este mecanismo de defensa crea una parálisis en el proceso de elaboración del duelo, y sumerge al país en el dolor y el silencio. Ante esta incapacidad de elaboración simbólica, todo aquello que se reprime emerge en nuevos síntomas sociales que terminan por fracturar aún más la sociedad.

Si se quiere llegar a un verdadero proceso de reconciliación, la sociedad tiene que enfrentarse a todo aquello que intentó olvidar, reconocerlo y reflexionar sobre ello. Sólo cuando esto ocurra empezará a deshacerse el pacto de silencio, miedo y olvido latente. Y las víctimas, los sobrevivientes y los muertos podrán ser medianamente reparados para que la sociedad pueda encauzarse hacia el futuro (Uribe, 2002).




¿Qué hacer?


Medellín, una ciudad con una historia y un pasado marcados por la violencia, ha usado el olvido, la indiferencia y el miedo como mecanismos para superar lo ocurrido en las décadas de los 80’s y 90’s. Reprimiendo, así, las emociones negativas creadas por el conflicto. Con lo cual se ha obstruido una debida elaboración de duelo como sociedad, necesaria para fortalecer la identidad colectiva y el progreso como ciudad.


El CNMH plantea múltiples estrategias para aportar a los procesos de memoria colectiva, entre los cuales se encuentran el arte y la cultura, campos desde los cuales queremos desarrollar este proyecto de investigación - creación, que se abordará con la realización de Mapping en los lugares de la ciudad que hayan sido testigos de la violencia, para devolver a la memoria colectiva lo ocurrido, siendo una intervención artística, que busca enfrentar a la sociedad con ‘sus demonios’ para iniciar un diálogo. Aprovechando las lecciones que generan la injusticia y el dolor, para evitar situaciones similares que se puedan producir en el futuro, y aportar al proceso de reconciliación de la ciudad y el país.


Para poder elaborar un duelo como sociedad es necesario realizar procesos de memoria colectiva, que conlleven a la reflexión, la concientización y a la reconciliación; indispensables para la identidad y el progreso como sociedad, y que en la ciudad de Medellín no se han desarrollado debidamente. La confrontación es el primer paso para la aceptación y la elaboración de un duelo, proceso social en el que la comunidad da la cara a los efectos de la guerra, y que se moviliza a partir de procesos simbólicos -verdad, justicia y reparación- y con la construcción de una memoria colectiva, fundamental para la historia e identidad de un país. Todo esto, permite instalar el sufrimiento de los directamente afectados en la escena pública, promoviendo la solidaridad y reestructuración social (Díaz, 2013).


Creemos que una buena forma para confrontar a la ciudad con su pasado es por medio de la intervención de fachadas, haciendo proyecciones en lugares de la ciudad que hayan sido testigos de la violencia, en las ya mencionadas décadas, proyectando sobre los lugares escenas de los sucedido para rescatar su significado histórico, para construir memoria de ciudad y rescatar la memoria de quienes sufrieron por la violencia. Buscando que la sociedad salga de su negación y de, el primer paso para aceptar y reconciliarse con el pasado.


La proyección sobre fachadas es una tecnología que hasta ahora solo ha explorado el ámbito del entretenimiento, es una tecnología que sorprende y maravilla a las audiencias, pero no ha sido empleada con otro fin. Sin embargo se han dado espectáculos que a pesar de buscar un entretenimiento, podría decirse que también buscan hacer memoria como el mapping realizado en la puerta de Alcalá, que aparte de emocionar a quien lo ve, tiene un fin conmemorativo. Creemos que el uso de estas tecnologías puede ser atractivo para las personas, que empezar a emplear nuevas tecnologías y espectáculos con fines educativos puede generar mayor recordación. Además nos ayuda con el objetivo de resignificar los espacios que se han vuelto cotidianos para devolverles una carga histórica.


El arte se nutre del contexto, es por eso que debido a la realidad colombiana, tan golpeada por la violencia, se han realizado producciones cinematográficas, teatrales y literarias que tocan el tema de la violencia. Sin embargo no alcanzan altos niveles de audiencia. Nuestra propuesta saca el arte de las salas de cine, de los teatros o incluso de los museos y lo pone en las calles, al alcance de todos, pues el objetivo es mostrar a quienes pasan a diario por un lugar, desconociendo u olvidando, que allí hay un pedazo de historia.